28 julio 2006
15 julio 2006
Desencuentros
Lucía miró a la muchacha de reojo. Se reconoció en aquellos ojos asombrados contemplando la opulencia de la fiesta, en su inseguridad apretando la mano de Mario, en su sonrisa angelical de agradecimiento. Una linda concubina, aprendiz del ambiguo y encantador mundo del arte. Ella hace veinte años, al fin y al cabo. Pero ahora Lucía no era aprendiz, dominaba con auténtica maestría el mundillo del espectáculo.
07 julio 2006
Entre la vida y la muerte
- ¿Por qué no mueres entonces?- le preguntaron
- Porque no hay diferencia alguna-
Razona. Si estuvieras muerta, no pensarías. Ego cogito, ergo sum. La frase de Descartes no es muy tranquilizadora, porque puedo rebatirla. Si estuvieras dormida, podrías despertarte. No puedo, ergo estoy muerta. La filosofía no me da respuesta. ¿Dónde me hallo? ¿Estoy viva o muerta? Un momento. Creo que escucho algo.
03 julio 2006
Las cuatro estaciones - Invierno
Frío.
Frío en el ambiente.
Frío en el interior.
Frío en su interior.
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Los hermanos llegaron al pueblo y se instalaron en la antigua casa de sus abuelos. Alberto comenzó a trabajar en un pequeño almacén del pueblo y María encontró trabajo como secretaria en Santiago de Compostela. Hace un año, cuando Alberto trabajaba de informático, aceptar aquel trabajo de almacenero le hubiera parecido rebajar su estatus social. Ahora veía que ese puesto en el almacén era un regalo caído del cielo. Un trabajo honrado que le permitía vivir sin preocupaciones.
El cambio les sentó bien. Sus fantasmas quedaron en Madrid. En la Costa da Morte sólo existen fantasmas en las leyendas de las meigas.
No podía distinguir a la persona que se encontraba en el interior del coche. Las lunas eran tintadas. La puerta del vehículo se abrió y un hombre corpulento salió de él. Debía de medir más de dos metros. Su cara de pocos amigos no le inspiró demasiada confianza.
- Oiga, no sé de qué me habla- contestó Javier. Su instinto le anunciaba un serio peligro.
Javier notaba cómo perlas de sudor frío inundaban su frente. Sus piernas comenzaban a flaquear. El corazón le bombeaba demasiado deprisa. El pánico estaba invadiendo su cuerpo. Contempló atónito cómo aquel gigante sacaba un arma de su bolsillo y le quitaba el seguro. Una detonación se escuchó en los alrededores de la sierra.
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Nota: Javier, María, Alberto y Marta son personajes circunstanciales de esta tragicomedia llamada vida. Sus historias no tienen final porque la vida da tantas vueltas como el tiempo en las cuatro estaciones. El desenlace queda abierto a la imaginación del lector.