Déjà vu
Aquel cuarto era más bien sobrio, con un par de retratos en la pared y una pequeña mesilla para dejar utensilios. Envuelto en el humo de su pipa, un hombre delgado leía plácidamente una novela en su sillón de mimbre ajeno a lo que sucedía a su alrededor. La novela trataba de un hombre sediento de venganza, dispuesto a ajustar las cuentas al hombre que le hundió en la miseria. El personaje del relato había pasado cinco años en la cárcel por un robo que no cometió. Durante todo aquel tiempo en prisión había planificado al milímetro su crimen. Con la fiebre del odio corriendo por sus venas, caminaba a paso rápido por las calles sin mirar a nadie por el camino. Nadie podría frenarle, nadie. Llegó al portal de la futura víctima y respiró hondo. La luz de la habitación del objetivo de su crimen estaba encendida, todo iba según lo previsto. Subió las escaleras sigilosamente y se detuvo frente a la puerta. Con la maestría de un ladrón de guante blanco, saltó la cerradura de la puerta con dos hierros retorcidos. Al fondo del pasillo se escuchaba la Novena Sinfonía de Beethoven. Esgrimió con fuerza el puñal y se acercó a aquel cuarto más bien sobrio, con un par de retratos en la pared y una pequeña mesilla para dejar utensilios. Envuelto en el humo de su pipa, la víctima leía plácidamente una novela en su sillón de mimbre ajeno a lo que sucedía a su alrededor...