
Desde que era niña, me han intrigado las historias de suspense y terror. Si tuviera que datar el inicio de esta truculenta afición, diría que fue en mi más tierna infancia, el día que ví aquella película en blanco y negro, cuyo guión bien pudo ser escrito por Alfred Hitchcock. Mi vago recuerdo me impide recordar la trama, así que no seré fiel al relato, pero la esencia de la película quedó bien grabada en mi memoria. Claustrofóbicos y aprensivos, absténganse de seguir leyendo.
La historia comienza en una prisión en la que ingresa un hombre que ha sido arrestado por el robo de una fortuna. La sentencia dicta cadena perpetua para el recién llegado. Las semanas y los meses pasan y el reo traba amistad con el carcelero, al que confiensa su deseo de huir de la cárcel. El centinela le informa que él conoce el modo de escapar sin peligro. Compartirá esta información privilegiada sólo a cambio del botín que el preso robó y que nunca apareció. El presidiario accede a pagar su libertad y le pregunta la forma de abandonar la penitenciaria. El plan es el siguiente: el preso beberá una poción que el carcelero le entregará esa misma noche. El brebaje contiene un fármaco que bajará sus constantes vitales hasta un punto que cualquier médico diagnosticará que está clínicamente muerto. El efecto de este fármaco se mantiene durante 24 horas. En la mañana del día siguiente, encontrarán el "cadáver" del preso en su celda y será enterrado en la fosa común del cementerio que hay a dos cuadras de la cárcel. A medianoche, el carcelero desenterrará el feretro y el preso despertará, libre.
Un escalofrío recorre la médula del preso cuando recibe el brebaje a manos del centinela. Un atisbo de duda aparece antes de llevárselo a los labios, pero su ansia de libertad es más fuerte. Bebe y unas fuertes convulsiones azotan su cuerpo. Su piel palidece, sus labios se amoratan, los músculos se agarrotan, la visión se nubla. El veneno está haciendo su efecto.
-----------------------24 horas después----------------------------
El preso empieza a despertarse. Un fuerte dolor de cabeza martillea sus sienes, pero es la señal de que está vivo. El aire que respira está enrarecido, viciado. Empieza a tomar consciencia de su posición tras su letargo. Está tumbado. Abre los ojos y sólo ve oscuridad. Intenta mover su mano hacia delante y choca contra algo duro. Extiende sus brazos a los lados y vuelve a topar con obstáculos. La angustia empieza a invadir su cuerpo. Sigue en la tumba. Intenta recuperar la calma y piensa que quizás el efecto del fármaco haya sido demasiado corto. El carcelero lo rescatará en minutos u horas. Intenta cambiar de postura para desentumecer su cuerpo y nota algo blando bajo su cuerpo. Lo palpa y siente que está encima de un cadáver. Una terrible duda le corroe las entrañas. Busca en su bolsillo las cerillas que guardaba para fumar. Enciende un fósforo y acerca su débil llama al rostro del cuerpo que yace inerte bajo él. Es el cadáver del carcelero.
Un terrible grito resuena en el cementerio. La cámara enfoca la fosa común y abre el plano mientras se aleja de la tumba. Alrededor no hay nadie para escucharlo...