Amnesia (II)

- Daniel Guerrero, 15.000 entradas en Internet- murmuró contemplando atónita la pantalla del ordenador- Director de la empresa Intelec aparece muerto en su domicilio... Las pruebas apuntan a un posible suicidio. Vamos a ver alguna foto tuya...
Pulsó la opción "Imágenes" y aparecieron varias fotos de Daniel Guerrero con su acompañante, Alicia. Otra vez su nombre. Cerró fuertemente los ojos como si quisiera exprimir los recuerdos asociados a ese hombre que debían de hallarse en algún lado de su mente. Nada. Un agujero negro. Su intuición le avisaba de algo extraño, turbio, pero no podía visualizar el peligro. Notó la presencia de alguien tras ella. Era Mario, contemplándola cabizbajo.
- ¿Tú sabes algo de todo esto? ¿Quién es él?-preguntó Alicia a bocajarro señalando las fotografías que aparecían en la pantalla del ordenador- Dime lo que sepas, por favor, porque si no lo haces, voy a volverme loca.
- Este momento iba a llegar tarde o temprano- susurró sin atreverse a mirarle a los ojos- Te contaré la historia desde el principio, para que comprendas la situación. Daniel y yo éramos socios de la empresa Intelec. El negocio empezó a marchar bastante bien hace un par de años y comenzamos a codearnos con gente poderosa. Por aquel entonces, apareciste tú en la vida de Dani. Él te quería a su manera. Para él eras una muñeca de cristal que no podía entrar en contacto con la perdición de su mundo. Por este motivo te ocultó los negocios millonarios con altos cargos políticos. Yo mismo desconozco lo que manejaba entre manos, se llevó su secreto a la tumba. Estos negocios le llevaban a ausentarse varias semanas, tú te sentías bastante sola. Y me convertí en tu confidente o tu paño de lágrimas, llámalo como quieras. No había secretos para los dos. Y yo, que soy imbécil, me enamoré de tí, aunque tú nunca me corresponderías. Pero aún no toca hablar de esto... Alguna nota de los negocios de Daniel debió de sonar desafinada, porque un día aparecieron dos hombres extraños en la oficina. Después de reunirse con ellos durante un par de horas, Daniel salió con la cara desencajada. Se fue de la oficina y ya nunca volvió. Fue el día que se pegó un tiro en la cabeza.
Cuando te enteraste de la noticia, saliste de estampida de tu despacho. Te iba a preguntar si querías que te llevara, estabas como un ramillete de nervios, pero no me dio tiempo. Mi pregunta se desvaneció con un portazo. Así que te seguí en mi coche. Ibas deprisa por la carretera, demasiado deprisa y en una curva derrapó el coche y sufriste el accidente que te desmemorió. Bajé corriendo del coche y ví que te habías golpeado la cabeza, no respondías a mis preguntas. No esperé a que llegara ninguna ambulancia, te llevé yo mismo al hospital. Allí pasaste una semana en observación, habías perdido la memoria. Nadie te visitó, sólo el último día aparecieron tus padres y me preguntaron si yo era tu novio. Callé durante unos segundos y después de mis labios brotó el monosílabo que conduciría a toda esta farsa. Dije "Sí". Quería protegerte de los daños colaterales que podían conllevar los negocios de Daniel, pero sobre todo quería protegerte de tu soledad. Joder, sé que es egoista lo que hice, que no tengo derecho y que quizás no me perdones nunca, pero sólo vi esa salida. Y estos meses por lo menos te he visto sonreir. Y eso es todo lo que puedo decirte.
Alicia tenía la mirada clavada en él, incrédula, como si la historia que hubiera escuchado perteneciera a otra persona. Estaba turbada, tenía una extraña mezcolanza de sentimientos.
- Has sido mi angel de la guarda, pero también mi carcelero, Mario-dijo por fin arrastrando las palabras- No sé si abofetearte o abrazarte. No me hagas decidir ahora, déjame sola.
Pulsó la opción "Imágenes" y aparecieron varias fotos de Daniel Guerrero con su acompañante, Alicia. Otra vez su nombre. Cerró fuertemente los ojos como si quisiera exprimir los recuerdos asociados a ese hombre que debían de hallarse en algún lado de su mente. Nada. Un agujero negro. Su intuición le avisaba de algo extraño, turbio, pero no podía visualizar el peligro. Notó la presencia de alguien tras ella. Era Mario, contemplándola cabizbajo.
- ¿Tú sabes algo de todo esto? ¿Quién es él?-preguntó Alicia a bocajarro señalando las fotografías que aparecían en la pantalla del ordenador- Dime lo que sepas, por favor, porque si no lo haces, voy a volverme loca.
- Este momento iba a llegar tarde o temprano- susurró sin atreverse a mirarle a los ojos- Te contaré la historia desde el principio, para que comprendas la situación. Daniel y yo éramos socios de la empresa Intelec. El negocio empezó a marchar bastante bien hace un par de años y comenzamos a codearnos con gente poderosa. Por aquel entonces, apareciste tú en la vida de Dani. Él te quería a su manera. Para él eras una muñeca de cristal que no podía entrar en contacto con la perdición de su mundo. Por este motivo te ocultó los negocios millonarios con altos cargos políticos. Yo mismo desconozco lo que manejaba entre manos, se llevó su secreto a la tumba. Estos negocios le llevaban a ausentarse varias semanas, tú te sentías bastante sola. Y me convertí en tu confidente o tu paño de lágrimas, llámalo como quieras. No había secretos para los dos. Y yo, que soy imbécil, me enamoré de tí, aunque tú nunca me corresponderías. Pero aún no toca hablar de esto... Alguna nota de los negocios de Daniel debió de sonar desafinada, porque un día aparecieron dos hombres extraños en la oficina. Después de reunirse con ellos durante un par de horas, Daniel salió con la cara desencajada. Se fue de la oficina y ya nunca volvió. Fue el día que se pegó un tiro en la cabeza.
Cuando te enteraste de la noticia, saliste de estampida de tu despacho. Te iba a preguntar si querías que te llevara, estabas como un ramillete de nervios, pero no me dio tiempo. Mi pregunta se desvaneció con un portazo. Así que te seguí en mi coche. Ibas deprisa por la carretera, demasiado deprisa y en una curva derrapó el coche y sufriste el accidente que te desmemorió. Bajé corriendo del coche y ví que te habías golpeado la cabeza, no respondías a mis preguntas. No esperé a que llegara ninguna ambulancia, te llevé yo mismo al hospital. Allí pasaste una semana en observación, habías perdido la memoria. Nadie te visitó, sólo el último día aparecieron tus padres y me preguntaron si yo era tu novio. Callé durante unos segundos y después de mis labios brotó el monosílabo que conduciría a toda esta farsa. Dije "Sí". Quería protegerte de los daños colaterales que podían conllevar los negocios de Daniel, pero sobre todo quería protegerte de tu soledad. Joder, sé que es egoista lo que hice, que no tengo derecho y que quizás no me perdones nunca, pero sólo vi esa salida. Y estos meses por lo menos te he visto sonreir. Y eso es todo lo que puedo decirte.
Alicia tenía la mirada clavada en él, incrédula, como si la historia que hubiera escuchado perteneciera a otra persona. Estaba turbada, tenía una extraña mezcolanza de sentimientos.
- Has sido mi angel de la guarda, pero también mi carcelero, Mario-dijo por fin arrastrando las palabras- No sé si abofetearte o abrazarte. No me hagas decidir ahora, déjame sola.