21 agosto 2006

Desde la sombra (IV)

Tenía la mirada ausente. Las frases que acababa de leer resonaban en su cabeza. Nunca te engañé con ninguna mujer. Cuántas noches esperó sentada a que la puerta se abriera. Cuántas noches desperdició sufriendo al imaginarlo con alguna otra mujer. Era injusto. Ahora sabes cuál fue mi segunda vida, aquella por la que sacrifiqué la primera, ésa en la que tú estabas. La anulé para protegerte... Cuánta vida desperdició entregándose a hombres que no le importaron por despecho. Cuánta vida había tirado por la borda dejándose llevar por la rabia. Y ahora esa carta convertida en cenizas. Estaba confusa.

El ruido de una llave hurgando en la cerradura la sacó de sus pensamientos. Corrió hacia la cocina a por un cuchillo, alguien estaba entrando. Se escondió en la alacena, acurrucada tras una banqueta. Los latidos acelerados del corazón retumbaban en sus oídos. Vio unas botas a través de la rejilla de la puerta. Cortó su respiración para no hacer el mínimo ruido. Las bisagras chirriaron y un hombre menudo apareció frente a ella. Era El Cangrejo.

- Lo siento Dolores, sabes demasiado.

El silenciador de la pistola amortiguó el sonido del disparo letal. El Cangrejo se agachó para escudriñar el cadáver. Sonrió satisfecho. De repente, sintió una presencia tras su espalda. El escaso segundo que tardó en girar la cabeza le bastó para ver a su asesino. Luego todo se volvió blanco y sintió como el frío metal del cuchillo atravesaba su corazón. Óscar cogió el arma y contempló los cadáveres de Dolores y El Cangrejo en el suelo de la cocina. Aquello era demasiado.

- Se acabó el juego.

Los periódicos de aquella semana recogieron diariamente los avances de la investigación policial en el caso de las muertes del reportero Óscar Salinas, su mujer Dolores Jiménez y David Moreno, alias El Cangrejo. El forense apuntó que el arma del crimen había disparado al periodista y a su mujer. Sin embargo, el cuerpo de Óscar presentaba dos disparos, uno en el pecho y otro en la boca. La policía no encontró huellas en el cuchillo, tampoco en la pistola. La falta de un móvil coherente hizo que el caso se cerrara como un crimen pasional. Los narcotraficantes aliados del Cangrejo respiraron tranquilos. Cientos de kilos de cocaína pasaban ahora a sus manos.

6 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Impresiosante relato. Me encanta la imagen con la que lo has aliñado.

Un beso.

1:35 p. m.  
Blogger Unknown ha dicho...

Una tras otra, tragedias quizas necesarias o simplemente existentes y demasiadas. Al final, me atrevo a llamarlo asi, todo queda en la niebla de un presente tortuoso y triste, quizas melancolico-asesino.



Pronto vuelvo...

5:14 p. m.  
Blogger Insomne ha dicho...

Bienvenido, enfant terrible. La imagen es una copia siniestra que hizo Magritte de un cuadro de Manet. En el original había personas, en vez de ataudes. Inquietante ¿verdad?.
Gracias por tu visita.

Mar de Isaac, las tragedias son parte de la vida. Se esconden agazapadas en la oscuridad y cuando menos nos lo esperamos, aparecen, partiéndonos en dos. ¿Necesarias? Ojalá no lo fueran, pero sólo nos hacen más fuertes para recibir la siguiente.
Un beso.

9:59 a. m.  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Upppppa que terrible pero bueno....


Muy buena vida para vos.

6:48 p. m.  
Blogger Rex Mamey ha dicho...

Lo mejor de tus relatos es la capacidad que tienes de condensar los hechos en tan poco espacio y de forma coherente... No me esperaba este final, pero me ha gustado... muy vívido y totalmente creíble. Yo, en los zapatos de Óscar, habría hecho más o menos lo mismo.

Saludos!!!

4:53 a. m.  
Blogger Insomne ha dicho...

Buenos días crítica32. Tienes toda la razón, es terrible, como la vida misma. Saludos.

Gracias Rafael. Cualquiera que tenga algo de sangre en las venas tiene que enloquecer al ver al ser amado sin vida. La reacción siguiente es impredecible.
Un beso.

7:20 p. m.  

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio